La isla del club, es para mí, eso que la gente llama, un
lugar en el mundo.
El otro día invité a unos amigos que no la conocían, y
sentí la necesidad de explicárselas. ¿Que hay para explicar de una isla que es
esencialmente cuadrada y rodeada por agua? Muchas cosas:
La isla es un lugar con su propio microclima. Los árboles y el verde del pasto generan un aire distinto que lo hacen sentir a uno envuelto
en la naturaleza.
La primera decisión que debe tomarse cuando se llega, es dónde
instalarse. Está el pasillo que da al Sarmiento, o bien, la playita del fondo. Particularmente,
yo suelo elegir la primera opción (en alguna de las esquinas preferentemente), pero
también hay que aceptar que hacia el fondo hay menos ruido y es más tranquilo.
El árbol de ciruelas ha estado ahí desde que tengo
conciencia. Mi preferencia es cuando están blanditas, pero he comido de las
duras también. Es muy interesante el debate previo de si están listas para comer
o no, de repente todos nos volvemos especialistas
en ciruelas. Hace poco descubrí que hay otro árbol que da fruta, pero no
recuerdo bien de qué.
El muelle es un lugar que requiere especial descripción:
está sobre el Sarmiento y permite el acenso y descenso de pasajeros que llegan
en lancha, y a la vez, es la puerta de
entrada para zambullirse al agua. Ha sido testigo de una horrible tragedia,
cuando hace algunos años, desde él, una persona fué empujada al agua, cayendo
sobre un tronco y dejándolo paralitico. Pareciera que el muelle hoy supiera
susurrar, haciendo recordar esta tragedia a cada persona que camina por sus húmedas
maderas, de manera que se tenga precaución antes de tirarse al agua desde su
tope.
La zabullida en el rio es una experiencia en sí misma: la
idea es entender para dónde “tira” la corriente y dejarse llevar hasta un punto
que permita volver nadando. Depende como esté la marea (alta o baja) se puede
tocar el fondo barroso del río. Lo que no depende de la corriente, es el ruido
de las lachas, que se escuchan por debajo del agua cuando se sumerge la cabeza.
Otras actividades son la flotada esperando las olas de
alguna lancha colectiva o bien, la cruzada nadando del Sarmiento para los más valientes.
La isla tiene un par de personajes que hoy ya son parte
de su historia. El primero e indiscutido es Willy el parrillero. Willy ha sido
el encargado por más de 15 años de atender la parrilla del restaurant. Willy
peina un verdadero lengüetazo de vaca a la vinagreta y con los años se ha
acostumbrado al calor de la parrilla. Podrían vendarme los ojos y hacer pasar
100 personas gritando “el lomito” y les aseguro que reconocería cual viene de
él. No es que tenga un timbre único de su voz, el tema es que nunca pronuncia
la “O”final, avisándole al comensal que está listo “el lomita”. Una vez tuve la posibilidad de
charlar con él y me contó que había vivido en el delta desde chico pero que hoy
vive en el continente, prefiriendo esta segunda opción.
Otro gran personaje es el “loco” del frisbee. Suele pararse en el medio de la isla y juega frisbee, ofreciéndole a todo aquel que pase de sumarse a la movida. Es muy cálido al comienzo, dando consejos al principiante de cómo realizar un buen lanzamiento, pero luego, enfurece cuando logras hacer uno que supera el de él… siempre fue un poco competitivo el tío.
¡Ah, sí me olvidaba! El “loco”del frisbee es un tío
lejano mío. La anécdota de cuando lo atropello una lancha quedará para otro
momento.
Por su buen sistema de desagüe, la isla solo suele
inundarse luego de las fuertes crecidas, concentrándose el agua hacia la cancha
de fútbol. Ahí, se forma barro, que mezclado con el pasto, genera un efecto
colchón que invita a tirarse de pecho o de traste. Ritual que con mis amigos
bautizamos “barrichua”
Se ofrece alquiler de pelotas, pero siempre están a medio
inflar y le falta algún gajo; inmejorable estado para el fútbol – vóley
descalzo . Hablando de estar descalzo: si vas para el fondo, mejor ojotas,
porque las piñitas chiquitas te pinchan los pies.
En una época supo haber hamacas paraguayas, pero
lamentablemente, la gente es tan territorial que generaba muchas discusiones y
las terminaron sacando. Hoy la única opción son las clásicas reposeras en su
tono azul, bordó, amarilla y verde.
Que increíble cuando un árbol, un muelle, una persona y
todas estas pequeñas sencillas cosas que describo tienen historia propia
adquiriendo un significado mucho mayor de lo que realmente son. Creo, que
cuando estas cosas se conjugan, hacen que un lugar sea único en el mundo. O al
menos, “mi lugar en el mundo”
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